Hoy he llorado y es algo que en parte me alegra y no me averguenza decirlo.
Vaya forma de empezar el año ¿No? Aun no ha acabado el 1 de Enero y acabo de echarme a llorar hace un rato. Es irónico, más cuando hace tan solo 12 horas estaba en un bar con mi gorro negro de Santa Claus y mi tubo rojo luminoso pasándomelo genial.
Los motivos del porque he acabado llorando no importan, pero en parte es algo que me alegra que haya ocurrido. Llevaba mucho tiempo sin llorar, no recuerdo cuando fue la última vez pero perfectamente pudo haber sido hace un año. Ultimamente he notado en alguna ocasión la necesidad de llorar, pero no he podido, era como si me hubiera acostumbrado al dolor y nada me pudiera afectar tanto como para soltar unas lágrimas.
Y no me importa reconocer que he llorado, no me importan todas esas chorradas de "Los chicos no lloran" y todo eso de que siempre hay que ir con una sonrisa de lado a lado. Hace tan solo dos días me estaba despidiendo de dos amigas Eva y Marta en la estación de buses de Zaragoza y Eva me decía "Voy a acabar llorando" y yo le respondí "¿Sabes lo que te diría cualquier persona? Que no lloraras. ¿Pero sabes que te voy a decir yo? Que lo hagas, porque aunque esas lágrimas son de felicidad, vale, es una despedida, es algo triste ¿Pero por qué lloras? Porque hay un sentimiento de cariño que es lo que hace tan especial ese momento".
En mi caso, mis lágrimas no han sido de felicidad, más bien de rabia y tristeza. Pero no me importa haberme venido abajo porque una lágrima como una sonrisa demuestra nuestra humanidad. Así que aunque suene contradictorio: me alegro de haber llorado al fin.
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