Me he dado cuenta, que hay muchas cosas de las que siempre quise hablar de Irlanda, pero que me iba dejando en el tintero.
No me refiero a cosas importantes, me refiero a pequeñas chorradas que no merecen un artículo, y que habitualmente olvidaba por el hecho de estar más interesado en narrar mis viajes. Ahora, la época de viajes ya ha pasado a la historia y junto a mi actual estado varicélico. Creo que es el mejor momento para sacar estas ráfagas de pensamientos.
Fresh milk
Una de las cosas que más me gusta de Irlanda, y que sin duda voy a echar en falta cuando me vaya de aquí, es la leche. Joder, aquí en Irlanda, saben lo que es la leche, vas al supermercado y te compras unas botellas de 2 litros (por 1.60, más barato que en España) y te dura sólo una semana. Y la leche sabe MUCHO a leche, nada que comparar con las mierdas en tetrabrick made in Pascual que se venden en nuestro país. Si era adicto a la lactosa antes de venir aquí, ahora creo que tengo un problema serio.
La máquina de calentar el agua
Pero que maravilla de invento y que no utilizamos nosotros. Se trata de una jarra, que llenas de agua, conectas a la corriente eléctrica y en menos de un minuto el agua esta hirviendo. La forma más rápida de preparar cafés, tes, o incluso de cocinar, te ahorra esperar al momento que hierba el agua. ¿Cómo voy a vivir sin una de estas a partir de ahora?
Las ventanas que se abren en la otra dirección
Increible. Maravilloso invento de ingeniería irlandés. Las ventanas, en lugar de abrirse como una puerta, se abren de abajo a arriba, ¿Por qué? Es evidente, por la lluvia, lo que hace que pueda estar cayendo la de dios afuera y tu tengas la ventana abierta de par y par sin que te entre nada.
Los céntimos
Irlanda es un país de pobres donde sólo viven ricos, o al menos esa es la definición que yo le he puesto tras recorrerme sus carreteras y ver sus coches y casas, algo no cuadra. A esta gente le sobra el dinero, y no hacen más que demostrarlo. Si vas por las zonas de bares, mirando al suelo (especialmente en Dublín) observaras céntimos perdidos por las aceras, pertenecen a los irlandeses que después de salir de pedirse su pinta, tiran las vueltas al suelo. ¿Quién quiere 10 o 20 céntimos, cuando tengo miles de esos en casa?
Y hasta aquí mis ráfagas aleatorias de pensamiento, si se me ocurre alguna chorrada que se me haya olvidado, estad seguro que la escribiré.
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