Hace 10 años, en el año 2000, tome esta foto...
10 años después, tome esta otra.
Fue mi primer viaje al extranjero, con mi hermano. Y ahora es la primera vez que vuelvo a una ciudad en la que estuve... ¡y menuda forma de volver! Ya que París es la ciudad del amor, tiene algo mágico y desde luego, no es un viaje para ir con amigos o con familia, sino con alguien especial.
Subir a la torre Eiffel de nuevo, recorrer el sena con un Bateau Mouche, ascender por las escaleras de Montmartre en uno de los días más soleados que he visto nunca en el norte de Francia y además, bien acompañado y vestido con camisetas referentes al amor por el jamón que dejaban flipados a todos los españoles.... no tiene precio.
Fueron solo 10 horas en París, pero diez horas para recordar siempre.
martes, 28 de septiembre de 2010
lunes, 27 de septiembre de 2010
Reims
9 horas de bus y una tarde durmiendo en casa sirvieron para recuperarse, ahora tocaba preparar el viaje a Reims.
Tuve sólo 3 días para descansar en Zaragoza, pero eran más que suficientes para estar listo a afrontar un nuevo viaje en este verano. El destino era Reims, una ciudad situada a 45 minutos de tren de París y famosa por el champagne.
Para ello, aterrice en el aeropuerto belga de Charleroi la noche del viernes y a la mañana siguiente empezó la visita de Reims con Mélanie. La ciudad en si, no tiene un gran valor, es destacable su catedral: Notre Dame de Reims que es comparable a Notre Dame de París, incluso un poco más grande, pero carece de los encantos de su ciudad vecina como pueden ser el Sena, los campos Eliseos o la torre Eiffel.
Pero no fue en Reims donde dormía, era en uno de los pueblos de su "aglomeración" que se llama Taissy. Este pueblo curiosamente estaba celebrando su festival y habían montado unas ferias, hicieron un espectáculo de fuegos artificiales por la noche y desfiles de gente vestida de pitufos. Así que aunque el ambiente no era un gran lugar, la compañía, las anécdotas y los buenos momentos hacían de este viaje un viaje muy especial.
Y no sólo eso, todo mejoró el día que cogimos un tren en dirección París.
Tuve sólo 3 días para descansar en Zaragoza, pero eran más que suficientes para estar listo a afrontar un nuevo viaje en este verano. El destino era Reims, una ciudad situada a 45 minutos de tren de París y famosa por el champagne.
Para ello, aterrice en el aeropuerto belga de Charleroi la noche del viernes y a la mañana siguiente empezó la visita de Reims con Mélanie. La ciudad en si, no tiene un gran valor, es destacable su catedral: Notre Dame de Reims que es comparable a Notre Dame de París, incluso un poco más grande, pero carece de los encantos de su ciudad vecina como pueden ser el Sena, los campos Eliseos o la torre Eiffel.
Pero no fue en Reims donde dormía, era en uno de los pueblos de su "aglomeración" que se llama Taissy. Este pueblo curiosamente estaba celebrando su festival y habían montado unas ferias, hicieron un espectáculo de fuegos artificiales por la noche y desfiles de gente vestida de pitufos. Así que aunque el ambiente no era un gran lugar, la compañía, las anécdotas y los buenos momentos hacían de este viaje un viaje muy especial.
Y no sólo eso, todo mejoró el día que cogimos un tren en dirección París.
jueves, 23 de septiembre de 2010
Montpellier Agglomération
Me encanta esta palabra: aglomeración, y en la ciudad de Montpellier se veía en muchos sitios ya que en Francia las ciudades se estructuran por aglomeraciones, es decir: la ciudad, sus pueblos de alrededor, etc. algo que en España sólo pasa con las ciudades grandes.
Y ¿Por qué he titulado este artículo así? Porque voy a hablar de todas las escapadas que hice de la ciudad francesa a alrededores. Algunos fuera de la algomeración, otros dentro, pero sobretodo, esto me sirve una vez más para ver que la mejor forma de viajar es haciendo que gente local te enseñe los lugares. Sino, no hubiera descubierto muchos de los sitios en los que estuve.
El primer sitio que visite fue un pequeño pueblecito francés con calles empedradas y balcones muy franceses que estaba situado al lado de un río de color turquesa donde había una playa y podíamos hacer un picnic durante la noche. Haciendo una pequeña fogata y reunidos alrededor del fuego. Queso, vino y más productos franceses no faltaron a esta cita y sin duda la atmósfera del lugar era "charming".
Otro día fui a Sete, un pueblo famoso por su puerto. Vinieron a mi los recuerdos de Kinsale, sitio cercano a la ciudad que me adopto por un año: Cork, y que cumplía también el estándar de pueblo portuario. Sete era un lugar lleno de parques y puentes y que muchas veces te hacía olvidar que esto era un pueblo y no una ciudad, lo que me hacía entender aún más el porque Francia tiene 20 millones más de habitantes que España y sin embargo, sólo dos ciudades que superan el medio millón de habitantes.
También tuve la oportunidad de viajar al pasado. Cogí una locomotora de vapor que unía dos pueblos y que servía como reclamo turístico a la zona. La experiencia, por una parte bastante romántica al recurrir a una máquina tan clásica, por otra, demasiado explotado turísticamente.
Además, tras acabar mis manos negras y tosiendo hollín, entendí a la perfección porque nos pasamos de la máquina de vapor a la máquina eléctrica.
Y por supuesto, no podía faltar en un viaje al sur de Francia, alguna visita a la playa. En concreto, pude visitar dos, la que más me sorprendió fue L´Espiguette, la única de la zona que cuenta con olas y con una zona de arena tan gigantesca que es posible ver dunas en la playa y no encontrar el fin en el horizonte.
Pero aún hay más, visite la fábrica de Haribo. Si, las famosas gominolas alemanas tienen una fábrica en el sur de Francia. Vale, lo reconozco, no es que sea algo muy local o típico de la zona, pero me permitió pasar una buena tarde comiendo gominolas, viendo vídeos de como fabricar ositos y haciéndome visitar la tienda donde venden bolsas de dos kilos de gominolas por 6 euros.
Y al final, pudimos visitar Uzés, el pueblecito de al lado de Haribo, donde encontré este cartel que creo que me va haciendo mucha falta...
La noche llegó, me tome unas deliciosas fajitas con mis amigos Quitterie y Simon, y me despedí de ellos con esta última foto. Un viaje estupendo y que espero poder volver a repetir algún fin de semana ahora que viviré en Barcelona.
Y ¿Por qué he titulado este artículo así? Porque voy a hablar de todas las escapadas que hice de la ciudad francesa a alrededores. Algunos fuera de la algomeración, otros dentro, pero sobretodo, esto me sirve una vez más para ver que la mejor forma de viajar es haciendo que gente local te enseñe los lugares. Sino, no hubiera descubierto muchos de los sitios en los que estuve.
El primer sitio que visite fue un pequeño pueblecito francés con calles empedradas y balcones muy franceses que estaba situado al lado de un río de color turquesa donde había una playa y podíamos hacer un picnic durante la noche. Haciendo una pequeña fogata y reunidos alrededor del fuego. Queso, vino y más productos franceses no faltaron a esta cita y sin duda la atmósfera del lugar era "charming".
Otro día fui a Sete, un pueblo famoso por su puerto. Vinieron a mi los recuerdos de Kinsale, sitio cercano a la ciudad que me adopto por un año: Cork, y que cumplía también el estándar de pueblo portuario. Sete era un lugar lleno de parques y puentes y que muchas veces te hacía olvidar que esto era un pueblo y no una ciudad, lo que me hacía entender aún más el porque Francia tiene 20 millones más de habitantes que España y sin embargo, sólo dos ciudades que superan el medio millón de habitantes.
También tuve la oportunidad de viajar al pasado. Cogí una locomotora de vapor que unía dos pueblos y que servía como reclamo turístico a la zona. La experiencia, por una parte bastante romántica al recurrir a una máquina tan clásica, por otra, demasiado explotado turísticamente.
Además, tras acabar mis manos negras y tosiendo hollín, entendí a la perfección porque nos pasamos de la máquina de vapor a la máquina eléctrica.
Y por supuesto, no podía faltar en un viaje al sur de Francia, alguna visita a la playa. En concreto, pude visitar dos, la que más me sorprendió fue L´Espiguette, la única de la zona que cuenta con olas y con una zona de arena tan gigantesca que es posible ver dunas en la playa y no encontrar el fin en el horizonte.
Pero aún hay más, visite la fábrica de Haribo. Si, las famosas gominolas alemanas tienen una fábrica en el sur de Francia. Vale, lo reconozco, no es que sea algo muy local o típico de la zona, pero me permitió pasar una buena tarde comiendo gominolas, viendo vídeos de como fabricar ositos y haciéndome visitar la tienda donde venden bolsas de dos kilos de gominolas por 6 euros.
Y al final, pudimos visitar Uzés, el pueblecito de al lado de Haribo, donde encontré este cartel que creo que me va haciendo mucha falta...
La noche llegó, me tome unas deliciosas fajitas con mis amigos Quitterie y Simon, y me despedí de ellos con esta última foto. Un viaje estupendo y que espero poder volver a repetir algún fin de semana ahora que viviré en Barcelona.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Montpellier: una joya al lado de España
A veces pensamos que hay que viajar muchos kilómetros para encontrar ciudades y sitios increíbles. Este artículo va sobre una ciudad que me ha encantado muy recientemente: Montpellier, a tan sólo 3 horas de Barcelona.
Hace más de un año, una tarde de Junio, me despedí de dos amigos: Quitterie y Simon. Yo estaba en Cork, Irlanda, acabando mi erasmus al igual que ellos dos y se subieron en un bus destino a Shannon Airport con la esperanza de volvernos a ver ese verano.
No fueron mis amigos durante todo el año, solamente los dos últimos meses, pero eso no importaba, tanto ellos como yo, teníamos la sensación de que buenos amigos eramos y que pena no habernos conocido antes. Tampoco nos pudimos ver ese verano, se suponía que íbamos a hacer un meeting en Barcelona, pero no les fue posible a ellos y el tiempo paso...
Un año entero. Y entonces... decidí que era tiempo de ir por fin a Montpellier. Fueron casi 10 horas en bus desde Zaragoza, una paliza unida a que el bus es nocturno y por tanto acabas un poco hasta las narices de no saber como apoyar la cabeza para dormir.
Y cuando llegue esto me encontré...
Montpellier. Una de las ciudades que no sabría decir en que posición estaría, pero que sin duda hiciera un Top 5 de las ciudades más bonitas del mundo, ahí estaría seguro.
Fueron unas vacaciones de 7 días reencontrándome con viejos amigos y haciendo unos cuantos nuevos (los amigos de mis amigos). Además de hacer mil visitas a sitios de los alrededores, pero eso se merece otro post... y por eso, lo mejor es ahora hacer una pequeña galería fotográfica, porque una imagen vale siempre más que mil palabras.
Hace más de un año, una tarde de Junio, me despedí de dos amigos: Quitterie y Simon. Yo estaba en Cork, Irlanda, acabando mi erasmus al igual que ellos dos y se subieron en un bus destino a Shannon Airport con la esperanza de volvernos a ver ese verano.
No fueron mis amigos durante todo el año, solamente los dos últimos meses, pero eso no importaba, tanto ellos como yo, teníamos la sensación de que buenos amigos eramos y que pena no habernos conocido antes. Tampoco nos pudimos ver ese verano, se suponía que íbamos a hacer un meeting en Barcelona, pero no les fue posible a ellos y el tiempo paso...
Un año entero. Y entonces... decidí que era tiempo de ir por fin a Montpellier. Fueron casi 10 horas en bus desde Zaragoza, una paliza unida a que el bus es nocturno y por tanto acabas un poco hasta las narices de no saber como apoyar la cabeza para dormir.
Y cuando llegue esto me encontré...
Montpellier. Una de las ciudades que no sabría decir en que posición estaría, pero que sin duda hiciera un Top 5 de las ciudades más bonitas del mundo, ahí estaría seguro.
Fueron unas vacaciones de 7 días reencontrándome con viejos amigos y haciendo unos cuantos nuevos (los amigos de mis amigos). Además de hacer mil visitas a sitios de los alrededores, pero eso se merece otro post... y por eso, lo mejor es ahora hacer una pequeña galería fotográfica, porque una imagen vale siempre más que mil palabras.
Parque de la ciudad de Montpellier. Al fondo, una especie de templo donde hay dentro un
pene gigante de color marrón (Se ve un poco en la foto). Si, sigo sin entender esta escultura.
pene gigante de color marrón (Se ve un poco en la foto). Si, sigo sin entender esta escultura.
Acueducto junto a un monumento que esta leyendo un libro.
La belleza en Montpellier no está solo en la arquitectura.
La belleza en Montpellier no está solo en la arquitectura.
Quit, una amiga suya cuyo nombre no recuerdo y
Pastis, la clásica bebida alcohólica del sur de Francia.
Pastis, la clásica bebida alcohólica del sur de Francia.
sábado, 18 de septiembre de 2010
¿Por agua o por aire?
Dos formas muy curiosas de poder ver Zaragoza. Por el río y desde las alturas.
Se supone que las vacaciones empiezan cuando dejas tu ciudad: coges ese avión, ese tren, ese bus o metes la maleta en el coche y comienzas a sumar kilómetros a tus espaldas. Pero a veces puedes tener vacaciones dentro de tu propia ciudad, simplemente haciendo cosas que no haces habitualmente y por eso, empiezo esta serie de artículos sobre mis vacaciones desde mi propia ciudad.
He podido disfrutar de mi ciudad de dos formas, la primera de ellas, a través de su río. Esto fue gracias a una actividad para unas vacaciones que estuvimos organizando para 25 estudiantes europeos. Como parte del programa, recurrimos a una empresa zaragozana que se encarga de hacer recorridos en kayak por el Ebro.
El recorrido es absolutamente genial, comienza más allá del meandro de ranillas y acaba en Vadorrey. Para los que no conozcáis Zaragoza, esto quiere decir que permite visitar la Expo y la rivera del Pilar además de cruzar por debajo de todos los puentes más emblemáticos de la ciudad como son el puente de piedra, el del tercer milenio, la pasarela del voluntariado, el puente de hierro o el pabellón puente. La rivera se va transformando de vegetación, árboles y gente con caballos (ojo, no bromeo con esto) a estar enfrente de la imponente basílica.
Y ahora nos subimos un poco más de altura, más concretamente, entorno a unos 500 metros para contemplar Zaragoza desde el aire. Y es que es muy cierto eso de que hay que tener amigos hasta en la cárcel, y para ver la ciudad desde el aire, nada mejor para poder hacer esto que tener un amigo piloto.
Este "amigo piloto" nos ofreció la posibilidad de sobrevolar un día Zaragoza durante 30 minutos. El espectáculo es simplemente increíble y las fotos que tome desde mi cámara dan buena fe de ello, se puede observar cada edificio, cada calle, todo. No es como volar con un vuelo comercial que siempre pasas a mucha más altura, es más bien como poder ver una maqueta a gran escala de tu ciudad.
Además el paseo aéreo no fue solamente ver la ciudad. También nos ofreció momentos divertidos como poder sentir la "gravedad cero" por unos instantes. Fenómeno que se consigue al subir y dejar caer la avioneta por un momento.
Empezaba bien así las mejores vacaciones de mi vida.
Se supone que las vacaciones empiezan cuando dejas tu ciudad: coges ese avión, ese tren, ese bus o metes la maleta en el coche y comienzas a sumar kilómetros a tus espaldas. Pero a veces puedes tener vacaciones dentro de tu propia ciudad, simplemente haciendo cosas que no haces habitualmente y por eso, empiezo esta serie de artículos sobre mis vacaciones desde mi propia ciudad.
He podido disfrutar de mi ciudad de dos formas, la primera de ellas, a través de su río. Esto fue gracias a una actividad para unas vacaciones que estuvimos organizando para 25 estudiantes europeos. Como parte del programa, recurrimos a una empresa zaragozana que se encarga de hacer recorridos en kayak por el Ebro.
El recorrido es absolutamente genial, comienza más allá del meandro de ranillas y acaba en Vadorrey. Para los que no conozcáis Zaragoza, esto quiere decir que permite visitar la Expo y la rivera del Pilar además de cruzar por debajo de todos los puentes más emblemáticos de la ciudad como son el puente de piedra, el del tercer milenio, la pasarela del voluntariado, el puente de hierro o el pabellón puente. La rivera se va transformando de vegetación, árboles y gente con caballos (ojo, no bromeo con esto) a estar enfrente de la imponente basílica.
Y ahora nos subimos un poco más de altura, más concretamente, entorno a unos 500 metros para contemplar Zaragoza desde el aire. Y es que es muy cierto eso de que hay que tener amigos hasta en la cárcel, y para ver la ciudad desde el aire, nada mejor para poder hacer esto que tener un amigo piloto.
Este "amigo piloto" nos ofreció la posibilidad de sobrevolar un día Zaragoza durante 30 minutos. El espectáculo es simplemente increíble y las fotos que tome desde mi cámara dan buena fe de ello, se puede observar cada edificio, cada calle, todo. No es como volar con un vuelo comercial que siempre pasas a mucha más altura, es más bien como poder ver una maqueta a gran escala de tu ciudad.
Además el paseo aéreo no fue solamente ver la ciudad. También nos ofreció momentos divertidos como poder sentir la "gravedad cero" por unos instantes. Fenómeno que se consigue al subir y dejar caer la avioneta por un momento.
Empezaba bien así las mejores vacaciones de mi vida.
martes, 14 de septiembre de 2010
Mis vacaciones en cuatro fotos
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