Ahí esta otra vez, mi maleta azul sobre la cama llena de mi ropa para sobrevivir por seis días. He hecho tantas veces esa maleta que el día en que se rompa, la echaré de menos.
Esta vez es por una conferencia en Estambul, tres días de conferencia, mucha fiesta prevista y un retorno justo a tiempo para defender mi proyecto final de carrera. Lo que me hace recordar que ese será mi último artículo como estudiante. Wow.
He viajado mucho en los últimos años: New York, Washington, Toronto, Moscú, Estocolmo, Östersund, Uppsala, San Petersburgo, Nuevogrado, Londres, Cork, Belfast, Roma, Limerick, Derry, Galway, Dublin, Nottingham, Oxford, Turin, Milan, Bergamo, Gante, Brujas, Bruselas, Amsterdam, Rotterdam... y ahora añado uno más a la eterna lista que no para de crecer: Estambul.
Tanto hacer la maleta, me hace darme cuenta siempre de la vida tan nómada que tengo. No me puedo quejar, he disfrutado mucho este tiempo con tanto viaje, y aún me queda al menos uno y quizá dos que realizar en los próximos meses. Sin embargo, por otra parte, empiezo a cansarme y es que la evolución del Homo Sapiens lo hizo pasar de nómada a sedentario, y empieza a apetecer ya sentarse un poco en algún sitio a disfrutar del paisaje en lugar de ir a buscarlo.
Pero aquí estoy de nuevo, mi maleta azul esta cerrada y listo para empezar una nueva aventura. Esto acaba convirtiéndose en una adicción y al final pienso que l.os momentos más importantes de mi vida transcurren en aeropuertos: despedidas, momentos de soledad, amores que pierdes. Y es que hay algo que nadie dice nunca de esta, la llamada "buena" vida del viajero... y es que siempre pierdes algo por el camino.
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